Cercle Històric Miquel Biada

Cercle Històric
Miquel Biada


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"Casal Aliança"
"Amics de la Ciutat de Mataró"
Bonaire 25 pis 2º
Mataró

LA ANTORCHA, sábado 4 de noviembre de 1848



BENDICION DEL FERRO CARRIL

ENTRE BARCELONA I MATARÓ, E INAUGURACION DE SU APERTURA AL PÚBLICO.

La Divina Providencia ha querido que todo fuese completo en este dia, el mas glorioso, despues de la introduccion de la imprenta, en los fastos de la nacion española. El sol con su luz rutilante i esplendente despues de un dia crudo i lluvioso; la asistencia de los dos Ilustrísimos SS. Obispos de Barcelona i Puerto-Rico, del Escmo. Sr. Capitan Jeneral, i demas autoridades principales eclesiásticas, militares i civiles, un público inmenso que desalado corrió a presenciar i dar importancia a la celebración, todo, todo concurrió a que el acto fuese completo, grandioso, sublime.

A las 9 i ½ de la mañana, favorecido el primer ferrocarril de España por tantas i tan favorables circunstancias, recibió la bendición de los dos dignos i venerables prelados que formaban parte de la comitiva a quien la Direccion habia suplicado se sirviese presenciar este acto tan solemne e importante. Concluyóse a las 10 en punto. Las Autoridades, la Direccion i los Sres. convidados, entre los cuales tuve el gusto de contarme, subieron inmediatamente a los coches preparados para conducirnos a Mataró con el objeto de asistir allí i en el Masnou a un acto de bendicion análogo al que acabábamos de presenciar. Partió al momento el tren, i fuimos, casi todo el camino, el mas pintoresco de Europa, señores del espacio i con la rapidez del águila, en medio de millares de espectadores alineados a lo largo de ambos carriles, cuyos vítores, unidos a los sonidos de una banda de música que nos acompañaba, hacian resonar los aires. A las once, solo 60 minutos despues de haber dejado la estacion de Barcelona, llegamos a Mataró, a pesar de la detencion que hicimos en los pueblos del tránsito para admitir comisiones de sus ayuntamientos en el seno de la comitiva, i del cuarto de hora que se pasó en el acto de bendicion celebrado en el Masnou.

Todo Mataró, con su Gobernador i Ayuntamiento al frente, parecia haberse trasladado a la estación del ferro-carril, que nos recibió, al llegar, con demostraciones del mayor i mas entusiasmado júbilo. Apenas se hubo concluido aquí la ceremonia de la bendicion, cuando toda la comitiva, precedida por la banda que nos habia acompañado, seguida de otra que Mataró habia colocado en la estacion, i conducida por las superiores autoridades que se habian dignado realzar una celebracion tan solemne, se dirijió en órden de procesion al templo del Señor, por medio de calles cuyas casas, llenas de damascos i colgaduras, anunciaban la alegria que universalmente reinaba. En este momento Mataró no tenia rival. El grandioso e imponente aspecto relijioso-moral de que era teatro, realzado por uno de los dias mas favorables de este clima sin igual, por un mar azulado i tranquilo que al parecer se complacia con su mansedumbre en participar de tan solemne ceremonia, por una campiña risueña i pintoresca en todos tiempos, pero que ahora era eminentemente bella i encantadora, convertia a Mataró en una ciudad predilecta, donde podria creerse que Dios habia derramado todas sus bendiciones; sin que los ánimos de sus habitantes ni de la comitiva que los visitaba pudiesen desmentir tan singular predileccion, puesto que en sus rostros se veia pintada la imájen del mas vivo placer i completa satisfaccion.

La Iglesia de Mataró, de suyo majestuosa i capaz, era ahora, a mas, sorprendente por el gran número i buena distribucion de las luzes que la alumbraban. Conmovidos todos nosotros por la importancia del acto que celebrábamos, por la impresion de la velocidad con que acabábamos de atravesar unos verdaderos campos elíseos, por la suavidad i serenidad del tiempo que realizaba un esplendente sol, i por los vítores i bendiciones de un jentío inmenso lleno de placer, entusiasmo i júbilo, al entrar en el santuario del Señor, para darle gracias de tantos beneficios, en medio del repique de campanas i de los melodiosos sonidos del órgano, nuestros corazones, al prorrumpir el Te Deum laudamus , parecian arrobarse de un écstasis relijioso. El alma se elevó de repente a las eléreas mansiones del Señor, i comprendia, anonada i reverente, para no engreirse en sus triunfos de acá bajo, cuan pequeñas eran las glorias terrenales, comparadas con las grandezas celestiales. ¡Que sensaciones tan deleitables, tan sublimes, tan en concordancia con las harmonías musicales que se oian, las cuales, si bien se desprendian del órgano i de la orquesta, parecian bajadas del cielo en señal de que las bendiciones divinas i humanas estaban sobre nosotros i sobre la grandiosa obra objeto de aquella ceremonia. Todos los músicos parecian estar poseidos de este sentimiento, i sobre todo el organista, el esclarecido ciego Isern, honra i gloria de su patria, que parecia comunicar a la música casi divina que producia, la relijiosa elevación de que su alma se hallaba poseida. Oh! jamás realizé tan vivamente como ahora, que sin la bendicion del cielo todo lo de este mundo es frio, material, inanimado.

Concluido este acto arrobador i solemne, salió del templo la comitiva, dirijiéndose a la estación en que se habia desembarcado. Habíanse allí erejido un espaciosísimo salon rica i vistosamente adornado por medio de toldos, cortinas i cortaduras, presentándose al entrar en él un suntuoso almuerzo para la comitiva en jeneral, i vislumbrándose en el fondo otro igual, pero sobre mesas redondeadas de sillas, para las superiores autoridades i miembros de la Junta Directiva. En pié, i en medio de una confusion en la cual se guardó el mayor órden, participó la comitiva en jeneral del ambigú que se le habia preparado. ¡Que de reflecsiones no podia hacer el filósofo moral al ver la compostura, el respeto, la hidalga deferencia, i el comedimiento que los convidados mutuamente se guardaban! Ah! el hombre no necesita influjos esternos para conducirse bien, cuando la educacion moral i relijiosa ha activado i robustecido los sentimientos superiores que Dios ha infundido en su alma.

A los postres, D. Juan Miret, con permiso del Capitan Jeneral, brindó por todas las autoridades i demas personas que habian concurrido a la celebracion de ese acto. Despues, en nombre, i como presidente de la Junta Directiva, pronunció un discurso que duró unos 15 minutos. Apenas comenzó a hablar el Sr. Miret, ya tuvo pendiente de sus lábios la atencion de los concurrentes. Su personal, su voz, su modesta serenidad, sus jestos, su asunto, sus razones, su lenguaje, todo era en él acertado i oportuno, todo elocuente, porque todo conmovía i convencía los ánimos. Elojió la Direccion anterior por sus denodados esfuerzos en venzer cuantos obstáculos se le habian presentado; las autoridades, por haberse hallado siempre propicias a la empresa; los accionistas españoles, porque sin su desprendimiento nada podria haberse hecho; los accionistas ingleses, por haber depositado en la Direccion su entera confianza; los contratistas por haber cumplido tan concienzudamente su empeño; los injenieros Locke, Mackenzie, Wright i demas personas que han intervenido en la ejecucion material del camino, por sus talentos, pericia, o eficacia; con todos fué justo, menos consigo mismo i sus compañeros de direccion, porque apenas mencionó los obstáculos, casi insuperables, que habian tenido que vencer para llevar a completa cima una de las obras mas grandes con que cuenta hoi dia la España.

Algunos concurrentes invitaron despues, al que escribe esta descripcion, a que echase un bríndis. Casi obligado por sus solicitudes, se levantó, i dijo:

"Señores, brindo por la imprenta i los ferro-carriles: los mayores espansivos de la libertad, del progreso i del órden, que hasta ahora han descubierto los humanos."

En seguida leyó D. Francisco Viñas unos preciosos versos latinos, e improvisó despues el Sr. Juez de Primera Instancia de Mataró una bella décima, todo alusivo al grande acto que se solemnizaba.

Eran las tres de la tarde. A las cuatro ya volvia la comitiva a cortar los aires con una velocidad que solo el ave puede superar. Treinta i siete minutos despues, ya nos apeábamos todos en Barcelona, satisfechos de haber presenciado el mayor triunfo de la intelijencia humana, i realizando la verdad de que en efecto el hombre es rei i señor de la creacion i que todas sus leyes están bajo su dominio.

Quien sea el que primero concibió la idea de hacer un ferro-carril de Barcelona a Mataró es difícil averiguarlo. Yo creo que esta idea ocupó la mente de muchas personas desde 1825 cuando se hizo el primer feliz ensayo de la locomotora impulsada por el vapor. Sin embargo, D. José Maria Roca tiene el gran mérito de haber sido el que dió el primer paso en la construccion de ese ferro-carril, alcanzando para ello Real permiso. Pero esto solo no bastaba. ¡Cuantos reales permisos se han logrado para obras que no se han concluido i que jamás se concluirán! Era preciso identificar con esa nueva grandiosas empresa, un hombre de un teson indoblegable, de una enerjía incansable, de una probidad a toda prueba, i que no viese otro interés jeneral ni otro galardon particular, sino la completacion del ferro-carril; este hombre se halló en D. Miguel Biada.

A su constancia, a su abnegacion personal para consagrarse entero a la obra de su predileccion, i a los buenos oficios respecto al gobierno de D. Ramon Maresch i Ros, se debe que el ferro-carril entre Barcelona i Mataró, no fuese desde su principio una de las muchas empresas análogas concebidas, comenzadas, pero no acabadas, de que abunda nuestra patria. Por esto, i por la amistad personal que tenia yo con D. Miguel Biada , cuya memoria venero i veneraré agradecido, no pude menos de derramar lágrimas, en medio del gozo i júbilo de que estaba poseido aquella brillante i animada concurrencia, cuando mi vagante vista buscaba i no hallaba al que habia sido por mucho tiempo cuerpo i alma del camino de hierro, i al que habia cifrado toda su dicha mundanal en ver su conclusion. De mi sentimiento participaban muchos concurrentes; pero al ver que Dios en sus inescrutables designios no habia querido conceder esa satisfaccion a D. Miguel Biada, llamándolo a sí antes de este fausto dia, nos consolábamos en verle tan disgnamente representado por su respetable hijo D. Salvador, i en la contemplacion de ver concluida la grande obra, que a pesar de todos sus esfuerzos, i de los esfuerzos de cuantos le habian ausiliado, sin la ayuda, teson, enerjía, desprendímiento e incansable laboriosidad de la actual Direccion, no se habria llevado a completa cima.

Font: Biblioteca Caixa Laietana, Mataró

 

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